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Mientras
que la agricultura industrial busca controlar a la naturaleza promoviendo
siembras uniformes y el uso de químicos con métodos orientados por las
ganancias, la agricultura orgánica trabaja con la naturaleza, conservando
la biodiversidad, reconociendo que la naturaleza es un ecosistema múltiple,
con muchas diferentes áreas ecológicas, cada una hecha de redes de
especies de animales y plantas interdependientes con el reino mineral,
numerosas y locales. Así,
cada granja orgánica necesita encajar en su vecindad ecológica local.
Cuando encajamos las prácticas de siembra en un sistema natural diverso, el
sistema mismo cuida de los problemas de producción. En
la agricultura orgánica, el
terreno se ve como un organismo,
donde los animales y seres humanos forman parte integral de organismos
mayores, hasta alcanzar al Supremo Creador. Sin embargo este concepto no es
nuevo, pertenece a la sabiduría milenaria y cosmovisión de los pueblos
originarios de la India y de América, que
ven organismos y entidades a diferentes escalas en la naturaleza, que los
hace actuar con sumisión y respeto ante quienes otorgan la vida: la madre
tierra, pacha mama (aymara - quechua - kolla), Ñuke mapu (mapuche), Pata
hoiri (likan antai) y el padre sol: Tata Inti, Chau Antú. Esto
incita a que el día del agricultor orgánico, entrañablemente vinculado a
la naturaleza, sea un permanente canto de gratitud hacia deidades regentes y
hacia el Supremo, Creador, canto que celebra durante cada ciclo de la naturaleza,
comenzando con el solsticio de invierno del 21 de junio, que inicia cada
ciclo de vida cuya máxima expresión se produce en el solsticio de verano,
el 21 de diciembre con la generosa producción de frutas, verduras y
productos agrícolas. La producción en la agricultura orgánica entonces,
es el resultado de un ambiente integrado, de amor y respeto en el cual el
ser humano trabaja combinando, coordinando y complementando sus esfuerzos con otros seres, animales,
vegetales y minerales, celebrando cada estación con ceremoniales
y festividades sociales que resaltan el espíritu comunitario, donde la
presentación de matrimonios, niños y cachorros son motivos de encuentro,
como lo son también el festival de la primavera (21 de Septiembre) y
ceremoniales con la llegada del otoño (21 de marzo). Las
Rutas Orgánicas se convierten entonces en medios de re-educación,
con senderos donde, en cada Comunidad local, el visitante puede ser
parte de esta reflexión, basada en ceremoniales originarios de quienes buscan
reconocerse como hijos nativos, descendientes de los primeros, los del
origen universal. En
la práctica, las Rutas Orgánicas nos muestran como órganos de un Ser
Superior, el Creador, al cual nos dirigimos organizadamente formando un Nodo
o Cluster Orgánico, con productos y servicios que resaltan la agronomía, del
turismo profundo y del
Arte, desentrañando los saberes de la agricultura tradicional y de
aquel conocimiento milenario, que la familia campesina han sabido extraer y
guardar, para el conocimiento de quienes están en condiciones de tomarlo. |
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